La periodista Tere García, en un interesante artículo publicado en El País se preguntaba: ¿Qué es el paisaje urbano?
Es ciertamente importante poder responder a esa pregunta si pretendemos que el paisaje urbano, concebido como bien público, no se quede al margen de los beneficios de la gestión municipal, confundido entre las múltiples burocracias que genera su transversalidad.
Sanidad, cultura, medio ambiente, urbanismo, territorio, marketing o branding de ciudad son algunos de los elementos que constituyen el paisaje como bien público, que suma al concepto de espacio público tradicional todos los elementos de propiedad privada que forman el entorno ciudadano.
La experiencia Barcelona, posa’t guapa, supo encontrar a lo largo de su permanencia en el tiempo los elementos de gestión capaces de ir manteniendo y mejorando esa complejidad.
Los programas de actuación que fue desarrollando la campaña (fachadas, medianeras, jardines, establecimientos de concurrencia pública, sostenibilidad, accesibilidad, aislamiento acústico, antenas, taxis, rótulos comerciales, publicidad exterior…) fueron creando una marca que, sumando los resultados de cada una de las acciones, adquirió con el tiempo un valor comercial que permitió ir resolviendo muchos problemas mediante la colaboración público privada y el patrocinio patrimonial,
Apoyándose en el consenso y en la unanimidad, el proyecto de Barcelona fue desarrollándose hasta adquirir la fuerza necesaria para convertirse en un ámbito de gestión propia, dedicado exclusivamente a la gestión del uso del paisaje urbano. Su continuidad, dado su carácter transversal, iba ligada a su neutralidad y ésta a poder mantenerse bajo la dependencia de la Alcaldía.
Cuando en algún momento se decide situar ese ámbito, en Barcelona el Instituto del Paisaje Urbano y la Calidad de Vida, bajo la dependencia de un área concreta, en este caso de Urbanismo, se reduce su campo de acción y de iniciativa, convirtiéndose en un negociado que administra como mejor puede el acceso de los ciudadanos individuales a las ayudas que se van aprobando.
Tere García se limitó en su artículo a hacer una pregunta, y a navegar entre posibles respuestas. Un poco como solía hacer Sócrates hace muchos siglos por el paisaje urbano de Atenas, planteando preguntas incómodas. Tan incómodas que al final le costaron la vida.
Las respuestas que cada uno pueda dar a esta pregunta no cierran el dilema, sino que lo dejan abierto. Al final las preguntas no son más que una forma de provocar la reflexión. La propia Tere García, unos años después, se sigue planteando preguntas de mucho interés.
Y es que, según Platón, el mismo Sócrates se complacía asegurando: “Solo sé que no sé nada”.
Y aún eso no lo sé.