¿Comisionados o burócratas?

Cuando Narcís Serra y Pasqual Maragall aterrizaron en el primer ayuntamiento democrático, se encontraron con una organización burocrática que iba resolviendo sus tareas en base a negociados estructurados en unidades operativas.

Los funcionarios sabían lo que se esperaba de ellos. Todo estaba reglamentado en un sistema organizativo que, en el fondo, los ataba de pies y manos para introducir nuevas formas de gestión adaptadas a la proliferación de nuevos usos que los ciudadanos necesitaban y exigían.

No era fácil el cambio a mejor, pero fue posible en muchos casos.

Así surgió el primer servicio de Protección Civil de España, autónomo pero totalmente coordinado con los servicios de bomberos, seguridad ciudadana y asistencia social y sanitaria.

Inspirado en un programa del Glasgow’s miles better, se creó el AMUC (Arxiu Municipal Unificat de Contribuents), un primer paso para poner freno al caos de la recaudación fiscal del municipio.

Un tercer elemento que no podemos dejar de citar fue la creación de la primera Comisaría Municipal para resolver el tema de la limpieza, representando a la ciudadanía responsable frente a la desidia de los propios servicios municipales. Algo impensable en aquellos tiempos, con un Comisario Escoba, que acabó dirigiendo la operación de limpieza que puso fin a la primera huelga de basuras.

De aquellos polvos vinieron estos lodos, y fue poco después cuando para gestionar los numerosos programas de la Campaña para la Protección y Mejora del Paisaje Urbano se creó una nueva comisaría, esta vez en dependencia directa de la Alcaldía. Un esfuerzo por desburocratizar la gestión municipal en el que la Comisaría, a veces llamada Comisionado, asumía el papel de gestor de los intereses de los ciudadanos interesados en participar en alguna de las acciones de mejora y rehabilitación promovidos por la Campaña Barcelona, posa’t guapa. Facilitando los trámites administrativos de la petición y el cobro de las subvenciones, o gestionando las mejores opciones de calidad y precio de las alternativas empresariales para llevar a cabo los informes técnicos gratuitos, o formalizar los pactos transparentes con las empresas y entidades interesadas en colaborar.

Las encuestas de satisfacción con estos servicios municipales eran insólitamente altas y en crecimiento. Ahí hay que agradecer la extraordinaria acogida de los medios de comunicación, que utilizaron hábilmente la propaganda que suponía la continua información de las acciones y patrocinios llevados a cabo, ejerciendo ellos mismo de patrocinadores, difundiendo la información.

Luego, como pasa siempre, llegó la proliferación de Comisarías o Comisionados, de cuyo nombre es difícil acordarse, que en lugar de dar vida a nuevos proyectos creativos que los servicios municipales se suponía que no eran capaces de asumir, se han ido convirtiendo en un vivero que asegura la supervivencia del personal no siempre calificado que impone una burocracia con acento partidista.

Pensemos que, al mismo tiempo, aquellos intentos primitivos como el Comisionado del Paisaje Urbano, que habían ido evolucionando, primero en la Agencia del Paisaje Urbano, y más adelante en el Instituto Municipal de Paisaje Urbano y Calidad de Vida, han visto limitada su creatividad y se han ido restringiendo a un ámbito concreto en el que la recuperación de la burocracia parece que ha acabado por ser su único objetivo.

La pregunta seguirá siendo: ¿Comisionados o burócratas? Y la mejor respuesta: … depende.

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