Cuando uno se levanta, después de haber dormido mejor o peor, y se aventura en las calles camino de su ocio o de su trabajo, se enfrenta, lo sepa o no, con el paisaje urbano. Las fachadas que mira, las vea o no, las medianeras, los terrados, la publicidad, los bancos, los pavimentos, los semáforos, las farolas, las persianas, los toldos, las banderolas, los aires condicionados, las antenas… todo eso forma parte del paisaje urbano. El riesgo de que te caiga encima un balcón mal mantenido o que la contaminación ensucie tus pulmones o el ruido destroce tus nervios, también forma parte indudable del paisaje urbano. En el mejor de los casos, cómo no, también los árboles, los jardines, públicos o privados, las macetas en flor, los trinos de los pájaros, todo aquello en fin que, desperdigado por la ciudad, tenga un valor de uso colectivo, independientemente de que la propiedad sea pública o privada, todo eso es lo que debe entenderse como paisaje urbano.
La gestión del uso del paisaje urbano debe empezar por redefinir cómo se comportan los ciudadanos cuando se enfrentan a ese espacio colectivo.
En definitiva el uso que se hace y una política de mejora del paisaje urbano debe intentar mejorar, sea este uso de flujo, de encuentro o de espera. No es fácil acabar de definir usos que incorporan una serie de roles que dependen de los hábitos y también de las circunstancias.
La complejidad de interacciones sociales que se dan en el paisaje urbano dificulta su análisis. Es muy importante reconocer previamente el valor de las rutinas de los usos más frecuentes, de conocer los elementos que tienen algún valor en la definición de las interacciones cotidianas en estos espacios de aparente anarquía.
El estudio del mobiliario urbano ayuda a definir más claramente esos usos.
El conocimiento del contexto o circunstancia que hace usuarios nos revela toda una gama de posibles comportamientos o interacciones en el paisaje urbano, indispensables para abordar la gestión de ese uso
Una de las conclusiones es que el paisaje urbano debe ser abordado sociológicamente como acertadamente expone Isaac Joseph (1)
Lo cotidiano, lo efímero o fugaz, lo que es en apariencia no social es en realidad un vínculo social que proporcionan los paisajes urbanos. El estudio del uso que el ciudadano haga de su paisaje ha de estar íntimamente vincula con las iniciativas públicas en este campo.